Le dice Jesús a conchita un 13 de dic. de 1896: “El mundo
huía de la cruz, porque no la tomaba más que por el lado del dolor o la
repugnancia; por esto hoy se le presenta la Cruz del Apostolado, es decir, la
cruz con mi Corazón para indicar a los hombres, que la cruz no esta nunca sola,
sino que lleva siempre clavado en ella, es decir de una manera inseparable, al
Corazón de un Dios, es decir a su misericordia y a su amor.
Presento hoy así mi cruz, por medio de la del
Apostolado, para quitar un error, para que el mundo no tema, para que los
corazones se abracen de ella. El que abraza la cruz en su centro, es decir, con
toda su voluntad, sepa que le atravesarán, ―o punzarán tan solo― las espinas de
mi Corazón, según el amor o la voluntad que con ella se abrace, aceptando o
queriendo las penas que le envío; pero, esto mismo, lo enriquecerá de una
manera admirable; porque, al punzarle mis espinas, lo unen conmigo, lo aprietan
en un mismo dolor, en un mismo amor...
Cuántas riquezas, me repetía, encierra mi cruz... y mientras
más amo a un alma, más la envuelvo con la Cruz, que es prenda de mi cariño. CC.
8,137-138
El 8 de Junio de
1898 le dirá: “Presenta la Cruz al mundo ―no entiendo cómo pueda ser esto― ella
lo salvará, es el sello de la Iglesia y la llave del cielo...” CC. 10, 203
Y el 28 de Oct.
de 1900 le vuelve a decir: Diles, continuó, que se presenta la Cruz con mi
Corazón en su centro, para indicar a las almas el camino del cielo, el modo
verdadero para llegar con seguridad a mi Corazón, a la perfección, el cual no
es otro que el de la Cruz, o sea el del sacrificio propio, que envuelve a todas
las virtudes y al amor más puro”. CC.
16,13
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