La Espiritualidad de la Cruz es la base de la creencia de
las Obras de la Cruz y es tomada de la entrega amorosa de Cristo en la Cruz,
entrega que ha dado un nuevo rostro a nuestros sufrimientos, pues de ser
dolores sin sentido pasaron a ser dolores salvíficos, es decir, en lugar de
sufrir sin sentido hemos de ver al dolor como una oportunidad para crecer como
personas, para amar más, entendiendo que el dolor no debe buscarse, sino aceptarse
con amor cuando éste se presente.
Esta espiritualidad se basa en la creencia, de que quienes
la viven, movidos por el Espíritu Santo descubren en su vida diaria un valor
salvífico del dolor (basado en la Carta Apostólica Salvifici Doloris de Juan Pablo
II) aceptado por amor.
Hay tres elementos que forman a la Espiritualidad de la
Cruz:
-Amor: Seguir a Cristo así como llevar un compromiso con él
requiere de mucho amor pues solo quien ama puede llevar un auténtico
compromiso. La Espiritualidad de la Cruz nos enseña a ir amando cada vez con
mayor profundidad, ésta es la espiritualidad que habla del amor que une en
compromiso a un hombre y a una mujer en matrimonio, esta es la espiritualidad
del amor que viven los consagrados a Cristo en la vida religiosa, en unidad con
todos los laicos.
-Pureza: La pureza muchas veces se entiende mal, se cree que
ser puro es sinónimo de ser ingenuo, cuando lo cierto es que la pureza es la
renuncia constante al mal. Si caemos ¡a levantarnos y seguir adelante!.
-Sacrificio: Vale la pena empeñar nuestra vida por Cristo,
el sacrificio no se refiere a buscar el dolor, sino a gastarnos en la causa del
Señor al trabajar diariamente al servicio de la verdad, siendo emprendedores en
el cumplimiento de la misión que Dios nos ha encargado.
El que vive la Espiritualidad de la Cruz tiene, en pleno
siglo XXI, la misión de:
-Creer con pasión, es decir, disfrutar ser cristiano, amar
lo que es.
-Luchar por un mundo más humano, por un mundo donde haya más
esperanza, se trata de animar a quienes ya no pueden seguir para que se decidan
a continuar y ver lo bueno que hay en la vida.
-Ser valientes difusores del evangelio.
-Desde donde estemos, en la oficina, en la escuela, en la
familia, comportarnos como alegres hijos de Dios.
-Pasar de una fe ciega a una fe madura.
-Ser personas que disfrutemos de lo sano de la vida.
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